5-CRISTO NUESTRA EXPIACION

5 Cristo nuestra expiación Imprimir E-Mail

Cristo nuestra expiacionMencionemos una vez más que uno de los factores más importantes de la vida cristiana es la conversión. Todo cristiano profeso necesita experimentar el sosiego que resulta de la conversión. En verdad, este es el anhelo profundo de cada corazón. El apóstol Pedro insiste en que el arrepentimiento y la conversión son una condición necesaria para que los pecados sean borrados. Este acto de borrar o quitar el pecado es aún otro aspecto muy importante del plan de la salvación.

La base de nuestro estudio la tenemos en Hechos 3:19 (Reina-Valera 1960)-"Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados... " ¿Con qué fin ? " ..para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio". Sabemos que el ser humano nunca se sentirá completamente satisfecho, ni disfrutará de verdadera tranquilidad espiritual, hasta que no tenga la plena seguridad de que todo pecado conocido ha sido confesado, abandonado y perdonado. Sólo entonces podrá anhelar el día en que el registro de sus pecados haya sido permanentemente borrado por la mano de Dios. Los "tiempos de refrigerio " han sido identificados por la pluma inspirada como una representación del juicio, el derramamiento de la lluvia tardía, y el sellamiento. El refrigerio proviene del Santuario Celestial.

Es por eso que debemos estudiar detenidamente lo que ocurre dentro del Santuario con relación a los pecados que han sido llevados allí en virtud de la sangre de Cristo y su obra sustituidora. Leemos en Hebreos 9:6,7- "Así dispuestas estas cosas, en la primera parte del Tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto. Pero en la segunda parte, entra sólo el sumo sacerdote una vez al año, llevando la sangre que ofrece por sí mismos y por los pecados de ignorancia del pueblo".

¿ Quién oficiaba en el primer departamento del santuario? El sacerdote, ¿ Con qué frecuencia ? -A diario. ¿ Quién podía entrar al lugar santísimo,? -Unicamente el sumo sacerdote. ¿Cuán a menudo? -Sólo una vez al año. ¿ Y qué llevaba consigo? -Llevaba la sangre, la sangre expiatoria. El camino que conduce al santuario es un camino ensangrentado,- y dentro del santuario encontramos más sangre sobre los cuernos del altar de bronce, sobre el altar de oro, y sobre el propiciatorio. La sangre es siempre una representación del sacrificio de Cristo. En un bello pasaje de El conflicto de los siglos, pág. 469, leemos: "Su intercesión es la de un cuerpo traspasado y quebrantado y de una vida inmaculada. Las manos heridas, el costado abierto, los pies desgarrados, abogan en favor del hombre caído, cuya redención fue comprada a tan infinito precio.

El santuario terrenal tenía que ser purificado o limpiado por medio de la sangre de animales. ¿Pero qué en cuanto al santuario celestial? La Epístola a los Hebreos dice que era necesario que las cosas celestiales fueran purificadas "con mejores sacrificios que estos" (Hebreos 9: 23). Aquí, por supuesto, se alude al sacrificio de Cristo y al derramamiento de su sangre. Volvamos a leer en El conflicto de los siglos, pág. 470: "En ambos servicios, el típico y el real, la purificación debe efectuarse con sangre,- en aquél con sangre de animales; en éste, con la sangre de Cristo. San Pablo dice que la razón por la cual esta purificación debe hacerse con sangre, es porque sin derramamiento de sangre no hay remisión". ¿ Y qué es remisión? Elena G. de Whíte concluye diciendo: "La remisión, o sea el acto de quitar los pecados, es la obra que debe realizarse " (ibíd.).

Leemos en Hebreos 9:23 y 24: "Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fueran purificadas así: pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos, porque no entró Cristo en el santuario hecho por los hombres, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora por nosotros ante Dios".

Son sublimes las últimas palabras de esa cita bíblica: Cristo entró en el santuario para presentarse por nosotros ante Dios. Estas palabras divinamente inspiradas nos indican que Jesús no fue enviado en calidad de préstamo hace dos milenios, sino que nos fue concedido como un don eterno. Cuando él ascendió a los cielos, llevó consigo los pecados del mundo al primer departamento del santuario.

Por espacio de 1.810 años el Señor representó a su pueblo allí en el primer departamento, tal como lo hacía diariamente el sacerdote en el antiguo santuario terrenal. Sin embargo, debemos notar que ha habido un cambio. Una vez al año el sumo sacerdote entraba en el segundo departamento. De igual manera, Cristo entró en el segando departamento una vez en el año 1844. Espero que el lector me esté siguiendo con cuidado. Pregunto: ¿Cuántas veces entraba el sumo sacerdote en el segundo departamento ?-Una vez al año. ¿ Vuelve a entrar Jesús allí cada año? -Definitivamente no! ¿ Y porqué no?-Porque es algo que hace una vez por todas durante estos últimos días. Y continuará su ministerio allí hasta que haya terminado su obra de intercesión. Nótense bien las palabras de Hebreos 9: 26 - " ... pero ahora, en la consumación de los tiempos, se presentó una vez para siempte por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado". Sabemos que la expresión "la consumación de los tiempos" se refiere a los últimos días, poco antes de la Segunda Venida de Cristo. Y en respuesta a la pregunta acerca del propósito de Crísto al entrar en el Lugar Santísimo en el tiempo del fin, las Escrituras contestan que es "para quitar de en medio el pecado" por su propio sacrificio. Quitar de en medio es una expresión enfática. Se emplea en las Sagradas Escrituras en el sentido de darle carta de divorcio a una mujer. El marido que hacía esto "quitaba de en medio" a su compañera. A la luz de este significado, podemos ver que en estos últimos días Jesús está empeñado en la obra de "divorciar" a su pueblo del pecado. Ninguna conferencia de paz tendrá un éxito permanente, y ningún nuevo orden mundial bajo la Organización de las Naciones Unidas podrá eliminar el problema del pecado. Éste permanecerá hasta que sea definitivamente resuelto mediante la obra de extirpación del pecado que se está realizando durante estos postreros días en el Santuario Celestial.


¿ Qué ha estado pasando en el segundo departamento del santuario celestial desde 1.844?- Nuestro gran Sumo Sacerdote, Jesús, ha estado llevando a cabo el juicio investigador, impartiéndoles a todos aquellos que lo merecen los beneficios de su expiación.

Leemos en El Conflicto de los Siglos, págs. 474-475, que "Cristo entró entonces en el Lugar Santísimo del Santuario Celestial para cumplir la obra final de la expiación preparatoria para su venida". Y además: "Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, según lo había anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el Lugar Santísimo, para cumplir la última fase de su solemne obra: la purificación del Santuario".

En Testimoníes (versión inglesa de los Testimonios de Elena G. de White), Tomo 5, pág. 520, encontramos estas desafiantes palabras: "La obra sagrada de Cristo en favor del pueblo de Dios que se está llevando a cabo presentemente en el santuario celestial deberá ser objeto de nuestro estudio constante".

A la luz de las citas antedichas, podemos ver que había una gran diferencia entre lo que pasaba en los dos diferentes departamentos del santuario terrenal. En el primero, los pecados de los penitentes eran transferidos al santuario por conducto del sustituto. Por otro lado, en el segundo, el sumo sacerdote rociaba la sangre de la víctima sobre el propiciatorio con el propósito de borrar el pecado. Esto era lo que ocurria en el Día de la Expiación celebrada anualmente. Pasemos ahora a Levítico 16:5. Este pasaje nos revela lo que antiguamente hacía el sumo sacerdote en el lugar santísimo en el Día de la Expiación.

"De la congregación de los hijos de Israel tomará dos machos cabríos para la expiación y un carnero para el holocausto". El sacerdote luego echaba suertes sobre los dos machos cabríos que habían sido traídos, para así determinar cuál sería el de Jehová destinado a la expiación del pecado del pueblo, y cuál el chivo expiatorio que sería soltado en el desierto. "Luego echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos, una suerte por Jehová y otra suerte por Azazel. Y hará traer Aarón el macho cabrío sobre el cual caiga la suerte por Jehová, y lo ofrecerá como expiación".

Nótese que el macho cabrío de Jehová era sacrificado como ofrenda de pecado, y Levítico 16:15 nos revela lo que se hacía con la sangre del mismo: "Después degollará el macho cabrío como expiación por el pecado del pueblo, llevará la sangre detrás del velo adentro... ",- es decir, la llevaba al lugar santísimo. ¿ Y qué hacía con ella ?- "...la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio ". De modo que la sangre del macho cabrío de Jehová era llevada al lugar santísimo del santuario y rociada sobre el propiciatorio que allí estaba. Este acto obraba una expiación completa y final en favor del pueblo.

Pero eso no era todo lo que sucedía. Levítico 16: 20 y 21 dice: "Cuando haya acabado de expiar el santuario, el Tabernáculo de reunión y el altar, hará traer el macho cabrío vivo. Pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados. Así los pondrá sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por medio de un hombre destinado para esto".

Me gusta como lo expresa Elena G. de White en el libro Patríarcas y Profetas, págs. 369-37O: "El día de la expiación, el sumo sacerdote, llevando una ofrenda por la congregación, entraba en el lugar santísimo con la sangre, y la rociaba sobre el propiciatorio, encima de las tablas de la ley. En esa forma los requerimientos de la ley, que exigían la vida del pecador, quedaban satisfechos. Entonces, en su carácter de mediador, el sacerdote tomaba los pecados sobre sí mismo, y salía del santuario llevando sobre sí la carga de las culpas de Israel. A la puerta del tabenáculo ponía las manos sobre la cabeza del macho cabrío símbolo de Azazel, y confesaba sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus rebeliones, y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío. Y cuando el macho cabrío que llevaba estos pecados era conducido al desierto se consideraba que con él se alejaban para siempre del pueblo. Tal era el servicio verificado como figura y sombra de las cosas celestiales (Hebreos 8:5) ". El acto culminante del Día de la Expiación era el de llevar al desierto el chivo expiatorio, símbolo de Satanás, y soltarlo allí para que muriera.

Al concluir los mil años, Satanás recibirá su castigo en el lago de fuego donde los malvados suftirán la segunda muerte. Nuestro archienemigo no solamente sufrirá por causa de sus propios pecados, sino por los de todos los santos redimidos que fueron puestos sobre su cabeza en el acto final de Expiación. Se nos dice que él sufrirá por más tiempo allí que cualquier otro ser creado.

Imaginémonos la escena. Observamos a un hombre que se lleva al macho cabrío fuera del santuario, ¿Por qué se lo lleva? Porque carga sobre su cabeza todos los pecados confesados y abandonados por el pueblo de Dios. ¿ Quién se los colocó encima? El sumo sacerdote. ¿ De dónde sacó el sumo sacerdote esos pecados? Notamos con interés que el mismo sumo sacerdote cargaba sobre su propio cuerpo algunos de los pecados porque, conforme a las reglas rituales, a veces él se debía comer una porción de la carne del holocausto ofrecido. Los demás pecados los tomaba del lugar santo del santuario. ¿Recordáis de qué manera habían llegado allí? Fueron colocados allí por medio de la sangre que el sacerdote introducia en el santuario. Eran los pecados que los culpables habían confesado y en efecto transferido sobre la cabeza del sustituto. Una vez transferidos los pecados sobre la víctima, el pecador la degollaba. Así logramos ver que hay dos pasos que se dan para obrar a separación entre el pecado y el pecador. Primero, el pecado debe ser transferido al primer departamento del santuario llamado el lugar santo. En segundo lugar, hay que llevar a cabo una obra especial para sacar los pecados del santuario. He aquí una ilustración sencilla que nos ayudará a comprender este proceso de separación del pecado. En toda ciudad hay lavanderías y periódicamente se hallan personas allí que han traído su ropa sucia. ¿Para qué traen? para lavarla por supuesto, para eso son las lavanderías, ¿verdad? "la ropa entra sucia y sale limpia". El apóstol Pablo emplea este mismo lenguaje figurado cuando dice: "Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella. " ¿ Con qué propósito se entregó por ella?- "para santificarla, habiéndole purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha". (Efesios 5:25,26).

El santuario le provee a la iglesia un servicio completo de lavamiento para que el pueblo de Dios sea purificado y pueda sin temor darle la bienvenida al Señor cuando regrese. Todo miembro de iglesia debe estar esperando la aparición de Jesús en un estado de completa limpieza y pureza. Pero Dios puede lavarnos y limpiamos solamente de los pecados que le hayamos traído a él. Nuestra mayor preocupación debe ser el tener la seguridad de haber entregado nuestras ropas contaminadas por el pecado en manos de nuestro gran Sumo Sacerdote para que él se encargue de lavarlas en el santuario y no permanezcan en la canasta de ropa sucia de nuestras mentes.

¿Cómo le entregamos nuestra ropa manchada de pecado a Cristo para que él la limpie? En verdad, es sólo arrepintiéndonos de él, abandonándolo, y pidiéndole a nuestro misericordioso Sumo Sacerdote que lo quite de nuestra vida. Debemos ir al Calvario con fe y allí contemplar a Jesús derramando su preciosa sangre por nosotros, luego, por la fe, hemos de seguir a nuestro Salvador mientras traslada nuestros pecados al santuario celestial. Pero esto no es todo. En el Día de la Expiación final, al "rociar" Cristo su sangre sobre el propiciatorio, ¡no quedará vestigio ni del propio registro de nuestros pecados!, En este acto final, los llevará fuera del santuario y los colocará sobre la cabeza del chivo expiatorio, Satanás.

Surge una gran pregunta. ¿A qué se debe que cuando confesamos nuestros pecados ellos no son borrados inmediatamente? Permítaseme ilustrarlo de la siguiente manera. Imaginémonos que yo escribo sobre un pizarrón la palabra PECADO. Este vocablo representa el pecado de una persona que viene al Señor Jesús en busca del perdón. ¿ Qué hace Jesucristo ? Él no quiere que esta persona vuelva a ver ese pecado otra vez, de modo que lleva el pecado al santuario y rocia su sangre sobre él. Si nos fuera posible examinar el registro celestial de los pecados, descubriríamos que, efectivamente, este pecado está cubierto por la preciosa sangre de Cristo. La persona ha sido perdonada. Para ilustrar este punto, supongamos que yo cubro con un pañuelo la palabra PECADO. En este caso, la palabra no se ve. ¿Porqué? Porque el pañuelo impide que se vea, aunque la palabra todavía aparece en el pizarrón, de modo que hay que hacer algo más. La palabra PECADO tiene que ser borrada. Ahora bien, figurémonos que yo tomo el mismo pañuelo y borro la palabra PECADO. Ya no se ve más. Nótense dos palabras en Salmos 32:1 las cuales tienen relación directa con este asunto "Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado" . Mis caros amigos, cuando nuestros pecados son perdonados, son cubiertos. Pero recordemos lo que se dice en Hechos 3:19,20 - "Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados, para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado.. . " Esto quiere decir que cuando Jesús vuelva por segunda vez, va a "borrar" los pecados que habían sido cubiertos, esto es, siempre y cuando que tú y yo llenemos los requisitos.

La experiencia de Jacob ilustra muy bien la necesidad de cumplir con las condiciones necesarias para la salvación. Leemos en el libro Patriarcas y Profetas, pág. 200: "Si Jacob no se hubiese arrepentido antes por su pecado consistente en tratar de conseguir la primogenitura mediante un engaño, Dios no habría podido oir su oración ni conservarle bondadosamente la vida ". Las palabras que siguen son de particular interés para todos nosotros:"Así será en el tiempo de angustia. Si el pueblo de Dios tuviera pecados inconfesos que aparecieran ante ellos cuando los torturen el temor y la angustia, serían abrumados, la desesperación anularía su fe, y no podrían tener confianza en Dios para pedirle su liberación, pero aunque tengan un profundo sentido de su indignidad, no tendrán pecados ocultos que revelar. Sus pecados habrán sido borrados por la sangre expiatoria de Cristo, y no los podrán recordar".

Esto me da ganas de exclamar ¡Alabado sea el Señor! Es preciso que conozcamos las tácticas del enemigo de las almas.

"Satanás induce a muchos a creer que Dios pasará por alto su infidelidad en los asuntos menos importantes de la vida, pero en su proceder con Jacob el Señor demostró que de ningún modo puede aprobar ni tolerar el mal. Todos los que traten de ocultar o excusar sus pecados, y permitan que permanezcan en los libros del cielo inconfesos y sin perdón, serán vencidos por Satanás" (Ibíd). Una vez más volvemos a preguntar porqué no son borrados los pecados inmediatamente después de ser confesados. Y otra vez vuelvo a ilustrarlo. Hace algunos años el mensaje Adventista llegó al corazón de una pareja casada. Convencidos por el Espíritu Santo de que habían escuchado la verdad, aceptaron el mensaje. Pero el esposo había usado el tabaco por mucho tiempo. Lo había mascado desde que era niño; de hecho, cuando apenas tenía los nueve años, acostumbraba sacárselo del bolsillo a su padre, de modo que el hábito estaba bien arraigado. Sin embargo, al aceptar el evangelio, descartó el uso del tabaco. Pero repetidas veces sentía la atracción del viejo hábito. Su esposa relataba cómo él se sacaba el tabaco del bolsillo y lo botaba en el maizal lo más lejos posible y pasaba el día de lo mejor. No obstante, había veces que después de la cena la esposa miraba por la ventana y lo veía caminando entre las hileras de maíz rebuscando por todos lados. ¿ Y qué era lo que andaba buscando? Es fácil adivinarlo. Buscaba el tabaco que había botado. Pero gracias sean dadas a Dios que llegó el día en que descartó el tabaco para siempre y vivió unos sesenta años más habiendo obtenido la victoria completa sobre su hábito. Agradezcamos a Dios que hay poder en la sangre del Cordero.

Esto me hace recordar uno de los antiguos himnos que hace tiempo cantábamos en nuestras iglesias y que por fortuna todavía aparece en el himnario de iglesia. Me refiero al himno Núm. 290 del Himnario Adventista, que dice en parte:

¿ Quíeres ser salvo de toda maldad?
Tan sólo hay poder en mi Jesús,
¿Quieres vivir y gozar santidad?
Tan sólo hay poder en Jesús.
Hay poder, sí, sin igual poder
en Jesús quien murió.
Hay poder, sí, sin igual poder
En la sangre que el vertió.

Dios no le impidió a aquel hombre encontrar el tabaco, aunque pudo haberlo hecho. Era preciso que el hombre hiciera su propia decisión y ganara la victoria mediante el poder divino.

Nos hemos podido dar cuenta por medio de las citas que hemos leído que Dios no borra los pecados para siempre en el preciso momento que le pedimos el perdón por ellos porque conoce la naturaleza de las luchas del ser humano y el poder del pecado. Él respeta nuestro libre albedrío, lo cual quiere decir que si tú quieres volver al pecado Dios no te lo va a impedir. Esto se explica en el libro Patriarcas y Profetas, pág. 371:
"Aunque la sangre de Cristo habría de librar al pecador arrepentido de la condenación de la ley, no habría de anular el pecado, éste queda registrado en el santuario hasta la expiación final, así en el símbolo, la sangre de la víctima quíiaba el pecado del arrepentido, pero quedaba en el santuario hasta el día de la expiación.
"En el gran día del juicio final serán juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras" (Apocalipsis 20: 12). Entonces, en virtud de la sangre expiatorio de Cristo, los pecados de todos los que se hayan arrepentido sinceramente serán borrados de los libros celestiales. En esta forma el santuario será liberado, o limpiado, de los registros del pecado".

¿No sientes un gran deseo de alabar a Dios por lo que está ocurriendo en el Santuario Celestial ahora y por el período de expiación final?

Hace poco tiempo una madre acudió llorando a un pastor rogándole que orara por su hijo. Entre sollozos, ella le contó que su hijo había vivido una vida de pecado y había caído en la penitenciaría por criminal ¿Quién creemos que sufría más, el muchacho tras las rejas en la prisión, o la madre sola en su casa? En medio de su quebranto, la mujer le ímploró al ministro, "Qh, pastor, ore por mí hijo". No se le ocurrió nada más. Estaba profundamente interesada en el bienestar de su hijo.

Es mi deber proclamar que Jesucristo está ahora mismo en el Santuatio Celestial con el propósito de quitar el pecado de nuestras vidas. ¿Porqué razón ?- Porque en la cruz llevó nuestros pecados sobre su cuerpo y seguirá llevándolos hasta que la expiación final, que consiste en colocar los pecados sobre Satanás, sea terminada. De modo que Cristo seguirá compadeciéndose de nosotros hasta que nos haya separado del pecado para siempre. Cuando de veras comprendamos la manera en que el Señor sufre por causa de nuestros pecados, seguramente querremos remediar esa situación. ¿Había manera de subsanar la herida de aquella madre que lloraba apenada por su hijo encarcelado? Claro que sí. Supongamos que su hijo se hubiese sentado en su celda a escribirle una carta a su madre diciéndole: "Reconozco que me he portado mal. He violado la ley, te he partido el corazón. Le he pedido a Dios que me perdone y ahora, mi querida madre, te estoy pidiendo que tú me perdones también. De ahora en adelante, por la gracia de Dios, voy a portarme como es debido", ¿ Cómo hubiera reaccionado aquella madre? ¿ Se hubiera aplacado el dolor que sentía en su corazón? Por supuesto que sí. En lugar de llorar de tristeza, hubiera rebosado de alegría.

Escúchame bien, amigo mío. Escrito está que hay gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente. En estos mismos momentos, mientras contemplas a tu gran Sumo Sacerdote en pie ante el propiciatorio del santuario celestial, levantando en alto sus manos heridas ante el Padre, intercediendo por tí, ten en cuenta que él siente un profundo dolor por causa de tus pecados. Pero si aceptas a Jesús como tu Salvador personal, alegrarás su corazón. No sólo cubrirá él tus pecados, sino que en estas últimas horas de la historia, justamente antes de terminar el tiempo de gracia, los borrará del todo. Sólo en Cristo podremos romper las ataduras del pecado. Sólo mediante su obra en el santuario celestial y con nuestra cooperación podrá realizarse la separación eterna entre el pecado y el pecador.