3-CRISTO EL SACERDOTE

3 Cristo el Sacerdote Imprimir E-Mail

Cristo el SacerdoteEl tema más importante de la Biblia es Jesús y su plan divino por medio del cual los pecadores pueden ser separados del pecado y dotados de vida eterna. ¡ Qué Salvador más maravilloso! ¡qué amor más sublime! ¡Cuán emocionante es la historia de la salvación revelada en el santuario!

En el presente capítulo, descubriremos que Cristo es nuestro Sumo Sacerdote y que, en calidad de Cordero de Dios, derramó su preciosa sangre por nosotros en el Calvario, sangre "sin mancha y sin contaminación" (1Pedro 1: 19). Simbólicamente, Cristo ofrece su propia sangre en el santuario celestial y en virtud de ella puede separarnos de nuestros pecados para luego presentarnos delante de Dios el Padre como sí nunca hubiésemos pecado.


Comencemos leyendo un pasaje del Nuevo Testamento: "Pero Cristo ya vino, y ahora él es el sumo sacerdote de los bienes definitivos. El santuario donde él actúa como sacerdote es mejor y más perfecto, y no ha sido hecho por los hombres; es decir, no es de esta creación. Cristo ha entrado en el santuario, ya no para ofrecer la sangre de chivos y becerros, sino su propia sangre - ha entrado una sola vez y para siempre, y ha obtenido para nosotros la salvación eterna" (Hebreos 9:11,12-Versíón Popular "Dios Habla Hoy" Segunda Edición). ¿Habrá algo más emocionante y maravilloso? Esto significa que el cielo puede ser nuestro, ¡Alabado sea el Señor! No tenemos que morir la muerte segunda, y podemos vivir para siempre en paz y seguridad con Jesús. ¿Será posible comprender una redención tan grande? Resulta maravilloso saber que en este mismo momento Jesucristo esta en el santuario celestial compareciendo ante Dios en favor nuestro. No olvidemos el pensamiento de Elena G. de White previamente citado: "La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la cruz". ¡Gracias a Dios por la cruz! Sin ella, no hubiéramos podido ser salvos. Debiéramos también alabar a Dios por la verdad que se enseña exclusivamente dentro del marco del mensaje Adventista del Séptimo Día, a saber, que los méritos de la cruz pueden ser aplicados individualmente a cada pecador. Esta es una obra tan necesaria como la misma cruz para nuestra salvación.

Considérese detenidamente lo siguiente: "Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión" (Hebreos 4:14). Cuando escuchemos la extraña "nueva teología" de Babilonia que se predica hoy desde algunos púlpitos, la cual pregona que la salvación completa y cabal fue obrada en la cruz del Calvario y niega la existencia de un santuario celestial, no hagamos caso porque es una doctrina satánica. Jamás permitamos que semejantes pensamientos pecaminosos crucen nuestra mente.

En el plan divino de salvación, la actuación de un sumo sacerdote es indispensable. ¿Porqué es preciso que tengamos un sumo sacerdote? La Biblia nos da la respuesta: "Todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios, por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer” (Hebreos 8:3). Nótese que hay dos razones por las cuales se necesita un sumo sacerdote. La primera es que él presenta las ofrendas. La otra es que él presenta los sacrificios. Todos estamos bien familiarizados con el concepto de la ofrenda porque en nuestro ambiente cristiano se dan y se reciben ofrendas para diferentes fines. Pero, ¿qué es un sacrificio y qué fin tiene? Una vez más la Biblia nos da la explicación: "Porque todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres y constituido a favor de los hombres ante Dios, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados..." (Hebreos 5:1). Ya encontramos lo que estábamos buscando, ¡ahora sabemos que el sacrificio es por los pecados!

Supongamos que bajo el sistema del santuario del Antiguo Testamento yo hubiese pecado y traído una ofrenda por mi pecado. No puedo llevarla dentro del santuario yo mismo porque sólo el sacerdote puede entrar allí. ¿Por qué? Porque allí mora Dios. Un pecador sería destruido al instante si se atreve a entrar directamente ante la presencia de Dios, así que, para que yo sea aceptado, es necesario que yo busque la manera de introducir mi ofrenda expiatoria dentro del santuario para que sea presentada ante la misma presencia de Dios. De ahí la necesidad de un sacerdote que lo haga por mí. Estos puntos son muy importantes y he aquí la razón: "La correcta comprensión del ministerio del santuario celestial es el fundamento de nuestra fe" (El Evangelismo, pág. 165)

Hagamos un repaso de cómo un individuo puede asegurarse del perdón eterno de sus pecados. El hombre trae un cordero como sacrificio por su pecado. Luego coloca sus manos sobre la cabeza del cordero, que es su sustituto, y confiesa sus pecados. De esta manera el pecado es transferido sobre el holocausto, después el hombre degüella la víctima con su propia mano. Hasta aquí ha cumplido su parte, pero en realidad su sacrificio de por sí es insuficiente, le hace falta la intervención de un sacerdote. Nótese bien lo que puede hacer un sacerdote por él, el sacerdote toma parte de la sangre del animal sacrificado y la lleva dentro del santuario, algo que es absolutamente necesario para obrar la justificación del pecador. Si hemos de recibir el perdón, y ser justificados y redimidos, es preciso que entendamos claramente lo que hace el sacerdote con la sangre, "Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. Él es ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre. Todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios, por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer" (Hebreos 8: 1-3).

En el capítulo anterior, descubrimos que Cristo está representado por el cordero, el cual el hombre necesita presentar como sacrificio en su favor. Las Sagradas Escrituras también enseñan que es de igual importancia que el sacerdote tenga algo que presentar ante Dios, ¡El hecho es que Cristo es el sacerdote y el holocausto a la misma vez! Ahora bien, para ayudarnos a entender esta gran verdad, el autor de la Epístola a los Hebreos continúa explicando: "Así que, si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la Ley" (Hebreos 8: 4). Estas palabras fueron escritas mientras el templo de los judíos estaba todavía en pie en Jerusalén y los sacerdotes diariamente cumplían sus funciones en él. El sentido de estas palabras es que dado que Jesús está en el cielo, él es ahora el ministro o sacerdote del santuario celestial. Prestemos atención a las palabras que siguen: "Estos sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales... " (Hebreos 8:5). ¡Está tan claro! El vocablo "sombra" significa que la obra del sacerdote sobre la tierra era un bosquejo oscuro de las funciones de nuestro gran Sumo Sacerdote en el santuario celestial.

Permítaseme ilustrar este punto. En un tiempo yo fui consejero en un campamento de verano para jóvenes. Había allí un niño problemático que yo tenía bajo mi cuidado. Durante el período de descanso, se esperaba que cada niño se acostara en su catre y durmiera una siesta, pero esta criatura decidió más bien escurrirse de su catre para hacer de las suyas. Se salió y se escondió detrás de un edificio seguro de que yo no podía verlo. Sin embargo, él no tomó en cuenta su sombra. A mí se me hacía posible observar todas sus movidas sólo fijándome en su sombra. Asimismo, cuando nosotros estudiamos lo que pasaba dentro del santuario terrenal, llegamos a entender la importancia de lo que Cristo está haciendo por nosotros ahora en el santuario celestial.

Por favor, sed pacientes conmigo mientras vuelvo a repasar el asunto para mayor claridad. En Levítico 4, versículos 32 y 33, vemos que el pecador trae un cordero al tabernáculo para ofrecerlo como expiación por sus pecados. Luego, posa sus manos sobre la cabeza del cordero, transfiriendo así su pecado sobre el animal. Después, degüella la víctima. El pecador no puede hacer más nada. Le toca ahora al sacerdote hacerse cargo de las funciones en favor del hombre. ¿Qué es lo que hace el sacerdote? Lleva la sangre del sustituto dentro del santuario en una de dos formas. O se come la porción que le pertenecía de la ofrenda por el pecado y la lleva al interior del santuario ya ingerida en su cuerpo, o solamente lleva parte de la sangre del animal directamente allá, tal como se describe en el relato de la sangre del becerro: "Después el sacerdote ungido tomará parte de la sangre del becerro y la traerá al Tabernáculo de reunión" (Levítico 4:5).

¿ Qué hace ahora el sacerdote con la sangre que introduce en el santuario? "Mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará con aquella sangre siete veces delante de Jehová frente al velo del santuario. El sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está en el Tabernáculo de reunión" (Levítico 4:6,7). Dios dio instrucciones exactas concernientes al deber de los sacerdotes, y sólo el sacerdote podía cumplir estas funciones, de la misma manera que ahora sólo Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, quien se encuentra presentemente en el santuario celestial, puede llevar a cabo esa obra en nuestro favor.

Pero los israelitas tenían un papel que desempeñar en colaboración con su sumo sacerdote. Debían no solamente arrepentirse, sino también indemnizar a las personas perjudicadas, tal como se registra en Levítico 6:1- 7: "Habló Jehová a Moisés y le dijo: Si alguien peca y comete fraude contra Jehová, por haber negado a su prójimo lo encomendado o dejado en su mano, o bien por haber robado o despojado a su prójimo, o por haber hallado lo perdido y negarlo después, o por jurar en falso en alguna de aquellas cosas en que suele pecar el hombre; entonces, si ha pecado y ofendido, restituirá aquello que robó, o el daño del despojo, o el depósito que se le encomendó, o lo perdido que halló, o todo aquello sobre lo que hubiera jurado falsamente, lo restituirá por entero a aquel a quien pertenece, y añadirá a ello la quinta parte en el día de su expiación. Para la expiación de su culpa llevará a Jehová un carnero sin defecto de los rebaños, conforme a tu estimación, y lo dará al sacerdote para la expiación. El sacerdote hará expiación por él delante de Jehová, y obtendrá el perdón de cualquiera de aquellas cosas en que suele ofender".

El mismo principio se aplica hoy día. Primero, vamos a nuestro Sumo Sacerdote celestial y él "dará el Espíritu Santo para inducir al arrepentimiento con Dios " (Mensajes Selectos, Tomo 3, pág. 461).

Hemos de compensar a las personas perjudicadas, demostrando así el deseo no sólo de ser perdonados sino también de abandonar nuestros pecados. En otras palabras, debemos entregarle a Jesús, nuestro Sustituto, todos nuestros pecados. Escuchad las palabras de Cristo en Mateo 5:23 y 24: "Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda". Una vez que el pecador ha cumplido el deber que le toca, el sacerdote queda libre para aplicar la sangre en su favor y expiar con ella su pecado.

Surge la pregunta: ¿Qué representa la sangre? Prestad oído, consideradlo detenidamente, memorizadlo, y no lo olvidéis nunca. La palabra inspirada de Dios nos dice: "...porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas, pues la misma sangre es la que hace expiación por la persona" (Levítico 17: 1 l). Esto es de suma importancia. La sangre representa la vida. Por lo tanto, la sangre de Cristo representa su vida .

Ahora, detente y razona un poco. ¿ No está tu propia vida en tu sangre? Por ejemplo, si da la casualidad que te cortas la vena yugular y no haces caso, rápidamente sangrarías hasta morir y es por eso que cuando nos vemos envueltos en un accidente serio que nos ocasiona una gran pérdida de sangre, como por ejemplo la laceración de una extremidad, prontamente se nos aplica un torniquete para detener el flujo de sangre.

¿ Por qué? Para evitar la muerte. La sangre que vertió Cristo en el Calvario era su propia vida. Respecto a esto el profeta escribió que Cristo puso su vida en expiación por el pecado (Isaías 53: 10). Él "derramó su vida hasta la muerte y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores"(vers. 12).

Volvamos ahora a Levítico 4:6, que dice: "Mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará con aquella sangre siete veces delante de Jehová frente al velo del santuario ". ¿Os habéis dado cuenta de que el sacerdote ponía de esa sangre sobre los cuernos del altar, frente al velo? (Véase también Levítico 4: 7), ¿Qué significaba esto? Bueno, entrad conmigo en el santuario y veréis que el velo cuelga frente al Arca que contiene las tablas de la Ley de Dios o los Diez Mandamientos, que fueron escritos por el propio dedo de Dios sobre dos tablas de piedra, y justamente encima del Arca está el propiciatorio, el cual es una representación del trono de Dios, lugar donde podemos alcanzar misericordia y hallar gracia por intermedio del ministerio de Cristo, nuestro Sumo Sacerdote.

Pensad detenidamente en esto. Toda persona será juzgada por la Ley que es la norma del carácter. Todos hemos violado la Ley cometiendo pecado, de modo que estamos condenados a muerte. "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Romanos 5: 12). ¡Pero un momento, por favor! La realidad es que yo no tengo que morir, ni tú tampoco. La gran verdad es que Dios no quiere que ninguno de nosotros perezca. Por tanto, ¿cómo podemos ser salvos? Alguien tuvo que morir por nosotros y ese alguien fue el Hijo de Dios.

Jesús vino al mundo para vivir bajo la Ley de Dios, en nuestra carne, sin cometer ni un sólo pecado. De modo que al ir a la cruz, ofreció una vida inmaculada sobre el madero como sustituto en nuestro favor y es por esta razón que le es posible a Cristo presentar su sangre en nuestro favor en el santuario celestial donde se encuentra ahora. "Pero Cristo ya vino, y ahora él es el sumo sacerdote de los bienes definitivos... Cristo ha entrado en el santuario... y ha obtenido para nosotros la vida eterna" (Hebreos 9: 11, 12. Versión Popular "Dios habla hoy", Segunda Edición). Sí, la Ley exige que yo muera, pero Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, en virtud de su propia sangre, está presente ante esa misma Ley, frente al trono de Dios, representándote a ti y a mi, que somos pecadores. Él pagó el precio máximo en el Calvario ofreciendo su vida perfecta ante el Padre en beneficio nuestro. Y está dispuesto a hacerlo por ti y por mi en este mismo momento, si se lo pedimos.

Me encanta cómo describe Charles Wesley la escena del sacrificio de Jesús quien, como nuestro Sumo Sacerdote, presenta su sangre ante el Padre por amor a nosotros:

"Despierta, alma mía, y abandona de la culpa el terror,
que su sangre preciosa por ti dio el Salvador.
En sus manos laceradas te lleva esculpida,
manos que te aseguran la sempiterna vida.
Para siempre en el cielo intercede por mí;
por mí abogan su amor y su sangre carmesí;
que por todos nosotros fue derramada,
y sobre el propiciatorio fue rociada.
Cinco heridas en el Calvario recibidas
son del Redentor plegarias bien sentidas.
"¡ Perdónalo ! ¡Perdónalo!” -es su clamor incesante-;
"No dejes que perezca el contrito suplicante ".
Alabemos a Dios porque nos ha provisto a Jesús como Sumo Sacerdote para interceder ante él en beneficio nuestro.

Hago una pregunta de carácter personal: ¿Has temblado de miedo alguna vez al pensar que algún día deberás presentarte ante el trono de Dios para ser juzgado ? Escucha: "La obra de cada uno pasa bajo la mirada de Dios, y es registrada e imputada ya como señal de fidelidad o de infidelidad. Frente a cada nombre, en los libros del cielo, aparecen, con terrible exactitud, cada mala palabra, cada acto egoísta, cada deber descuidado, y cada pecado secreto, con todas las tretas arteras. Las admoniciones o reconvenciones divinas despreciadas, los momentos perdidos, las oportunidades desperdiciadas, la influencia ejercida para bien o para mal, con sus abarcantes resultados, todo fue registrado por el ángel anotador.

"La Ley de Dios es la regla por la cual los caracteres y las vidas de los hombres serán probados en el juicio. Salomón dice: 'Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio'(Eclesiastés 12: 13, 14) ". El conflicto de los siglos, pág. 535, 536.

Pregunto una vez más: ¿ Te perturba el pensar que algún día debes comparecer ante el tribunas divino? Si estás bien con Dios, no tienes nada que temer, Tu Sumo Sacerdote, el Señor Jesucristo, te representa ante el Padre. ¡Esto es algo maravilloso!

¿ Quién podrá representarte mejor que Jesucristo, el Hijo de Dios ? Él conoce al Padre.

Permíteme hacerte una pregunta más: ¿ Has hecho posible que Jesús, tu Sumo Sacerdote, comparezca ante el Padre en tu lugar? Reconoces que eres pecador porque la Biblia así lo declara. Y tu caso es desesperado. Te voy a sugerir lo que debes hacer, visita el Calvario en alas de la imaginación y contempla a Jesús sobre la cruz entregando su vida por ti. Luego, síguelo por fe cuando él resucita de los muertos y asciende al cielo. Síguelo hasta el interior del santuario celestial, ante la misma presencia de Dios. Contémplalo ofreciendo su propia sangre por ti. Escucha con fe mientras Cristo presenta tu nombre ante Dios el Padre. Sí así lo haces, tu corazón rebosará de un sentido de seguridad. Sí estás bien con Dios, nunca, pero nunca tendrás que temer el juicio venidero. Cristo "puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7: 25). Ahora puedes comprender cómo Jesucristo te puede presentar sin mancha ante el trono de la gracia.

Permítaseme hacer otra pregunta: ¿ Qué clase de sangre es la que se rocía ante la presencia de Dios en el santuario? Es la sangre del divino portador de pecado. Esto es de suma importancia y es algo que debemos entender perfectamente. La vida está en la sangre. Permítaseme ilustrar esto de una manera personal. Si yo me he arrepentido de todo pecado conocido, entonces todos mis pecados han sido cargados sobre Cristo, mí Sustituto. Su sangre lleva mis pecados. Ante el trono del Padre, Cristo figurativamente rocía su sangre sobre el altar, y de esa manera transfiere sobre éste mis pecados. ¡Ahora sí que estáis capacitados para escuchar una verdad estupenda! Que ya no queda en mí ningún pecado conocido. Mis pecados han sido transferidos al santuario. Mis pecados me han sido quitados, ¡Qué pensamiento más sublime! ¡Qué verdad más maravillosa!

¿ Has tú transferido tu pecado sobre el Cordero de Dios para que él en cambio los transfiera al santuario celestial? Muy pocos cristianos realmente entienden que mediante el ministerio de Cristo en el santuario celestial se ha hecho una separación entre ellos y sus pecados. Se nos ha dado la siguiente promesa: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Y, mí estimado amigo, ser lavado de toda maldad significa quedar separados de nuestros pecados. "Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado" (Salmo 32:1). Demos gracias a Dios que en el santuario celestial la preciosa sangre de Jesús cubre nuestros pecados.

Pero no olvides: Tú no puedes transferir tus pecados y a la vez retenerlos. Piénsalo bien. Si eres dueño de una propiedad y la traspasas a otra persona, firmando una escritura de traspaso la cual notarizas y luego registras, ¿ sigue siendo tuya? ¡Claro que no! En ese caso pertenece a otra persona. No es posible que cargues tus pecados sobre el Señor Jesucristo y los retengas a la misma vez. Hay demasiados cristianos profesos que por alguna razón nunca parecen tener la seguridad de que el Señor ha quitado el pecado de sus vidas y los ha perdonado del todo. Han malentendido el asunto completamente. El pecador tiene que llegar al punto en su vida de aceptar como realidad que Jesús en verdad ha perdonado sus pecados. Además, debe creer que algún día hasta el registro de sus pecados será borrado, tachado para siempre en la obra de expiación final. (Véase Hechos 3 :19). ¡Alabado sea Dios!